Los jurados también se puede equivocar
Alberto Peláez Periodista español |
Extractos:
Tenía 9 años cuando vi en la antigua televisión de la casa la obra de teatro adaptada a la televisión de aquel entonces “Doce hombres sin piedad”. Era una adaptación de la genial película estadounidense “12 angry men” que también vería años más tarde en el cine.
En una mesa alargada como la conciencia, doce hombres tenían la trascendente decisión de absolver o condenar a un joven acusado de homicidio. Once de ellos tenían claro el veredicto: era culpable. Sin embargo, uno guardaba un resquicio de que aquel joven era inocente. Tras muchas angustiares horas, el miembro del jurado que confiaba en la inocencia del joven, fue persuadiendo uno a uno al resto de sus compañeros.
Hace muy pocos días dos personas, Alfonso Basterra y Rosario Porto, han sido declarados culpables por el asesinato de su hija Asunta Basterra, una niña de tan sólo 12 años. Un jurado popular, compuesto por nueve personas, deliberó durante cuatro días, de manera maratónica, sopesando pros y contras. El dictamen fue unánime: los nueve testigos declararon culpables a los padres de Asunta.
En España la ley dice que cualquier persona puede formar parte de un jurado popular. Da igual la profesión que ejerza. Si uno es elegido tiene que aceptar obligatoriamente. Otro requisito que se pide es no tener conocimientos jurídicos para no “contagiar” al resto. Además los jurados populares suelen ocuparse de los asuntos más espinosos como homicidios o asesinatos. Todo ello hace que se conviertan en juicios muy mediáticos donde interviene, influye y casi condena a priori la opinión pública al dejarse llevar por los juicios de valor de titulares, editoriales y tertulianos que opinan de todo y saben de poco.
No sé si los padres de la pobre Asunta sean inocentes. Sí tengo claro que desde que fueron detenidos, hace más de un año, ya estaban sentenciados. Desde ese tiempo no ha habido semana que no se haya hablado de este lamentable asunto. Una vez que comenzó el juicio la mitad de los noticieros se han ocupado del tema. Ha habido ríos de tinta en los periódicos y horas habladas a través de la radio para hablar del caso Asunta Basterra.
Cada gesto del matrimonio, cada mirada, cada movimiento de cara o manos, cada lenguaje no verbal era examinado por psicólogos, expertos en marketing, sociólogos y un rosario de conspicuos pensadores y expertos. Estos han estudiado cómo son los padres, qué dicen sus manos, cómo vivieron el proceso amedrentados. En definitiva, tanto estudio alimentó a la opinión pública que casi los declararon culpables. Por eso, desde el primer día, Alfonso y Rosario ya estaban sentenciados. Todo eso influyó de manera determinante en el jurado popular.
Eso es lo que resulta preocupante. ¿Cuántas veces se ha equivocado la Justicia? ¿Qué elementos reales, jurídicos e intelectuales puede tener un jurado popular? ¿Cómo influye lo que escuchan de los medios y del resto de la ciudadanía? Porque, como usted y como yo, son personas normales que tienen familias y me imagino que comentarán sobre un tema tan trascendente.
Pero cuando hay una masa que crucifica desde el principio a alguien, ya no hay nada que hacer. Eso es lo que le pasó a Jesús entre los alaridos efervorecidos de una masa que realmente no sabía por qué le crucificaron.
Ha habido en la Historia casos de inocentes que murieron en la cárcel. De lo que sí estoy seguro es que no quisiera vivir bajo ningún concepto la situación de formar parte de un jurado popular con la responsabilidad de acabar física o psíquicamente con la vida de otro ser humano.
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La otra mirada... los jurados también se puede equivocar
Twitter@pelaez_alberto
Diario del Yaqui.mx
8 de noviembre de 2015
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