El pueblo también se equivoca
Extractos:
Cuando en 1993 , a instancias del Ministerio de Justicia, se llevó a cabo una encuesta en la que se preguntaba por las leyes más deseadas, la Ley del Jurado salió en primer lugar. Había un déficit democrático en la organización judicial, que había vivido acomodada en el franquismo, y el jurado, icono de la sabiduría popular, aparecía como contrapunto necesario en la creencia de que la justicia desde el pueblo era mejor que la que llevaban a cabo unos profesionales, los jueces.
Pero esa confianza pronto se quebró. En primer término porque el formar parte de un jurado era obligatorio, lo que enemistó y enemista a muchos ciudadanos que no desean participar. Sin más. Son ciudadanos que pagan sus impuestos para que, entre otras cosas, unos especialistas juzguen y no para hacerlo ellos.
Y en segundo lugar, pronto se vio que el tribunal del jurado conllevaba una mayor capacidad de ser influenciado que los tribunales profesionales. De ello tuvieron mucho que ver dos casos notorios: la sentencia absolutoria del etarra Mikel Otegi, asesino de dos ertzainas, que con posterioridad fue revocada y acabó condenando un tribunal profesional; y la condenatoria de Dolores Vázquez por el asesinato de Rocío Wanninkhof, que más tarde fue revocada y absolvió un tribunal ordinario. En ambos casos, entraron a juicio con una sentencia ya dictada por la opinión pública.
Con estos antecedentes la institución del jurado ha ido entrando en crisis. Un ciudadano medio quiere ser juzgado con seguridad y creo que la sociedad se siente más amparada con unas personas profesionalmente dedicadas a juzgar.
La capacidad de influencia que tienen las noticias y rumores que sin control alguno se esparcen sobre un asunto judicial no cabe duda que es más relevante entre los miembros de un jurado que en los de un tribunal.
Es inevitable, en un asunto tan mediático como el de Asunta Basterra, que los que vayan a ser miembros del jurado, aún sin designar, no hayan ya reflexionado y tomado partido sobre la autoría. Bien es cierto que a los jueces, en cuanto ciudadanos, les ocurre lo mismo; pero por su oficio tienen más capacidad y experiencia para prescindir de sus creencias subjetivas y de afirmaciones no contrastadas.
El jurado nació con buena intención, pero hoy, creo, ha perdido su sentido. La legitimación de la Justicia no la determinan decisiones del pueblo; y por más que los jueces no gozan de gran estima social, siempre será mejor estar en manos de profesionales que en unas aficionadas. Pero no les es dable elegir a los imputados por el asesinato de la niña Asunta Basterra. Los juzgará un jurado sí o sí.
Enlace: Versión On Line
Ventura Pérez Mariño
Juez de la Audiencia Nacional - España
La Voz de Galicia
21 de octubre de 2013
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