20/1/12

Kevin Carter (España)

La pantomima del tribunal del jurado

El blog de Kevin Carter

Extractos:

Estoy de acuerdo en la absolución de las personas que hayan podido ser juzgadas mediante esta aberración jurídica.

El Jurado vendría a ser como si mañana el médico de cabecera le detecta un bulto a alguien, al día siguiente se lo observa el especialista, el cual genera un informe sobre la sintomatología, los indicios y las propiedades de la presunta enfermedad, y por último, el veredicto de si hay que operar o no se lo dejan a usted, que es muy posible que sepa de Medicina lo que yo de ingeniería aeroespacial; es decir, nada. Y seguirá usted sin saber de Medicina por mucho que en dos semanas le cuenten historias sobre expedientes, pruebas, informes y sintomatologías. Lo mismo que yo seguiré sabiendo de ingeniería espacial por mucho que en dos semanas me hablen de todo tipo de materiales, física, mecánica, elementos que participan en el vuelo, etcétera. A eso, por supuesto, habría que añadirle que, en casos con un importante telón de fondo político, su decisión es muy probable que quede a expensas de lo que le dicte su corazón, y no su cabeza.

Imagínese usted la pantomina: 30 personas escogidas al azar reciben un buen día una carta sobre la obligación que tienen para decidir sobre el veredicto de un caso del que, en principio, no tienen la menor idea (bueno, tal vez sí la tengan si el caso es mediático, lo cual significaría una posibilidad aún peor). De esas 30 personas, tanto la acusación como la defensa deberán hacer un filtro para escoger a 9 elegidos y, teóricamente, evitar cualquier parcialidad; esto es, se realiza una entrevista personal para cada potencial jurado en la que se le pregunta por distintos puntos de vista. En los casos de enjuiciamientos a políticos mediante este sistema, ¿es que hay alguien que crea que el defensor ―aunque le haya aconsejado un experto científico social― no va a escoger como candidatos a aquellos que él crea tendenciosamente que son susceptibles de tener una ideología parecida a su defendido? ¿Es que hay alguien que crea que el acusador no hará lo mismo pero al revés? ¿Qué debería hacer entonces hacer la Fiscalía, tirar una moneda al aire para ver a quién se escoge? Y lo más importante: ¿A qué clase de cretino se le puede ocurrir proponer esto como método objetivo de resolución de conflictos? Debe de ser que los juristas no leen novelas de ex-juristas basadas en casos reales sobre las pifias de los jurados y el mal y preocupante funcionamiento de estos en otros países (que además, para ser aún más cómico, nos cuestan a todos un dinero del erario público). ¿Dónde queda, pues, la especialización profesional si el que va a decidir sobre el asunto no es ni siquiera mero aficionado?

Si el Derecho supiera de Psicología, de la cual no tiene ni puñetera idea (para ser claros), entendería que una personalidad es un conjunto de mecanismos demasiado subjetivo como para tener que saber, entender, o meramente analizar, si una cuestión es justa materialmente o no (o entender, siquiera, cuándo una prueba puede considerarse determinante o no en el caso concreto, o cuál de ellas debe tener mayor o menor peso ). Empezamos mal si para querer descubrir lo objetivamente justo requerimos a personas que tal vez ni siquiera conozcan, por diversos motivos que no vienen al caso, la diferencia entre lo subjetivo y lo objetivo.

Si el Derecho supiera de Psicología, de la cual no tiene ni puñetera idea (para ser claros), entendería que las personas son personas, no máquinas, ni androides, ni autómatas programados, y que por ello son totalmente susceptibles de ser influenciados de muy diversas maneras. Sólo por el mero hecho de que las personas sean distintamente impresionables (dependiendo de lo subjetivo de su personalidad), ya debería dar el Derecho por inválida tal aberración jurídica.

Por favor, señores juristas de este país, dejen de leer tantos libros jurídicos y adquieran conocimientos multidisciplinares de diversas otras materias. Ya que ustedes no tienen tiempo para leer algo que no sea cuestión jurídica, vamos a ver que decía un experto en psicología de masas cuando sus padres, o abuelos, iban en pañales:

Hallaremos que demuestran tener sugestionabilidad y tan sólo una leve capacidad de raciocinio, mientras que se hallan abiertas a la influencia de los líderes de masas, estando guiadas mayormente por sentimientos inconscientes. En el transcurso de esta investigación tendremos ocasión de observar algunos ejemplos interesantes de los errores que pueden ser cometidos por personas no familiarizadas con la psicología de las masas.

Al igual que las masas, los jurados se impresionan muy fuertemente por consideraciones sentimentales y muy levemente por argumentos. “No pueden resistir la vista
―escribe un abogado― de una madre dándole el pecho a su hijo, o el de los huérfanos”. “Es suficiente que una mujer tenga una presencia agradable ―dice M. des Glajeux para ganarse la benevolencia del jurado”.

Carentes de misericordia por crímenes de los cuales parecería posible que ellos mismos podrían terminar siendo víctimas ―estos crímenes, por lo demás, son los más peligrosos para la sociedad―  los jurados, en contrapartida, son muy indulgentes en el caso de violaciones a la ley cuyo motivo es la pasión.

Los jurados, al igual que las masas, se dejan impresionar profundamente por el prestigio y el Presidente des Gajeux destaca muy adecuadamente que por más democráticos que sean los jurados en su composición, resultan ser muy aristocráticos en sus filias y sus fobias. “Nombre, cuna, gran fortuna, celebridad, la asistencia de un defensor ilustre, cualquier cosa de naturaleza distinguida o que otorgue brillo al acusado, lo pone en una posición extremadamente favorable”.

La principal preocupación de una buena defensa debería ser la de trabajar sobre los sentimientos del jurado y, como con todas las masas, argumentar lo menos posible, o bien emplear tan sólo modos rudimentarios de razonamiento.

El orador no necesita convertir a su opinión a todos los miembros del jurado sino solamente a los espíritus lideradores del mismo quienes determinarán la opinión general. Como en todas las masas, también en los jurados hay un reducido número de individuos que sirven de guía al resto. “He hallado por experiencia ―dice el abogado antes citado― que una o dos personas enérgicas bastan para arrastrar el resto del jurado con ellas”. Es a esos dos o tres que es necesario convencer por medio de hábiles sugestiones. Ante todo y por encima de todo es necesario agradarles.


Psicología de las masas. Libro III. Capítulo III.
Gustave Le Bon (1894).

Enlace: Versión On Line

Kevin Carter
Hasta hace poco periodista en un pequeño diario. Actualmente investigando la historia que puedes leer en PLANCTON. No creo en las ideologías, sólo en los criterios. No tengo amigos porque soy demasiado independiente. Debe ser que en la otra vida fui un gato. Pobre, pero honrado.

CALEIDOSCOPEANDO
El blog de Kevin Carter
20 de enero de 2012

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