La sinrazón del jurado
Extractos:
Creo que quienes me conocen saben y me han leído no pocas veces, reconocen mis críticas contra el sistema del Jurado Popular. Sin embargo, no me resisto a dejar la oportunidad de volver a repensar el tema, de seguir reflexionando, buscándole un punto positivo entre una maraña de inconvenientes que se me antoja insalvable.
Estos días, analizando la posición de la prensa ante el juicio del caso Bretón, apenas se han sentido voces discordantes a esta figura jurídica tan anómala, y por ello esta reflexión, máxime pensando en ese concreto caso, en la dificultad de la apreciación probatoria y de las contradicciones periciales, que hacen de este asunto uno de tal complejidad que incluso un tribunal profesional de la Audiencia Provincial sudaría sangre para dictar una resolución ponderada y justa.
Estos días, analizando la posición de la prensa ante el juicio del caso Bretón, apenas se han sentido voces discordantes a esta figura jurídica tan anómala, y por ello esta reflexión, máxime pensando en ese concreto caso, en la dificultad de la apreciación probatoria y de las contradicciones periciales, que hacen de este asunto uno de tal complejidad que incluso un tribunal profesional de la Audiencia Provincial sudaría sangre para dictar una resolución ponderada y justa.
El jurado popular es una institución publicitaria de la Justicia, que permite la ficción de ser "juez" por unas horas a un grupo de ciudadanos que no han superado filtro especial para ello, sino basta con unas exiguas condiciones básicas, como saber leer y escribir, ser vecino de la provincia donde se hubiere cometido el delito y no estar privado de capacidades sensoriales ni de lo que podríamos denominar "razón natural". Fíjense el nivel de exigencia casi hercúleo que hace falta para poder decidir sobre si un sujeto es un asesino, por ejemplo.
Siempre que sale a colación este tema, a cualquier defensor apriorístico de la institución (puesto que no conozco muchos que habiendo conocido y sufrido el jurado mantengan tal posición) les planteo siempre la misma pregunta. ¿Usted, buen amigo, se dejaría operar por un cirujano cuyas manos fueran dirigidas por un fontanero de Madrid, una ingeniera de Alcorcón, un agricultor de Aranjuez o un hacker de Somosaguas? Cualquiera se levantaría de esa mesa de quirófano, pues aquello no iba a ser una operación sino una carnicería ilegal. Sin embargo, a los reos les hacemos pasar por el dudoso trance de tener que exponer su delito a los ojos inexpertos y no siempre bienintencionados de miembros del jurado.
Entre las clases de personas que componen estos jurados puros, hay de todo, como en botica. Ahora bien, imaginen ustedes que todos los días se entrenan para lanzar un penalti como lo hacen los futbolistas de élite y que, por mor de los nervios muchas veces, se marra el lanzamiento. Esa presión, multiplíquenla por la crueldad del delito, las presiones de los familiares y conocidos que saben que estas allí juzgando a tal o cual "degenerado", y añádanle ese notable punto de ignorancia que hace que las pruebas no puedan ser, aunque se quiera, ponderadas de la forma que una persona que lo hace diariamente lo realizaría. El resultado es catastrófico, es un esperpento que tiene más similitudes con el Santo Oficio que con una justicia democrática y civilizada.
Además de estos aspectos digamos sustantivos, no podemos obviar otras cuestiones más pedestres pero también relevantes. Un jurado popular cuesta dinero, un gasto superfluo en estos momentos, en la medida que su incomunicación hasta el veredicto, los gastos por formar el jurado y demás fanfarrias son atendidas con el dinero de todos. Recuerdo cierta ocasión en que un intimo amigo magistrado me comentaba excesos de los miembros del jurado en el hotel donde estaban "incomunicados", algo lamentable.
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La Voz Libre
17 de septiembre de 2012
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